Tras mucho tiempo perdidos, regresaron a su tierra,
y, con un desfile grandioso, celebraron la victoria.
Desplegaron en las ciudades una marea de euforia,
gloriosos y satisfechos... ¡Habían ganado la guerra!
Era una importante hazaña que reescribía la historia,
y conmemorando tal hecho, transcurrió feliz el día,
en un éxtasis constante, en un carrusel de alegría.
Cabezas, almas, y corazones, montados en una noria.
Y cuando llegó la noche, y por fin rompieron filas,
el veterano soldado pudo marchar a su hogar,
con paso firme y marcial, como estrella que rutila,
realmente impresionante en su ropaje militar.
Su hijito, aun despierto, le vio llegar tan contento
que, con toda ingenuidad, le tuvo que preguntar:
¿Ogros, bichos, hombres lobo, brujas malas...?
Dime papa contesta. ¿A quien venís de matar?
Nunca llego la respuesta, y vi al guerrero llorar.
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