Raíces
Profundas
De más allá del Finisterre
urbano,
desde más allá del frío
asfalto.
Desde la frontera entre el
campo
y la ciudad de mármol y basalto,
de encharcados solares y campos,
sobre cristales, con los pies
descalzos,
vengo caminando.
Vengo de la tristeza,
vengo de la miseria,
pero aún canto.
De las calles de barro,
donde el hombre es
hogar del frío,
y la luna es un tejado.
De allí donde solo
se aventuran los valientes,
... o los locos,
de donde nacen
y se escapan pocos.
Del hambre, de la injusticia,
del amargo rencor vengo,
de la cuna de la desilusión,
de los campos sembrados
tan solo de esperanzas.
De un infierno suburbano
que algunos, ¡burla cruel!,
aún llaman barrio.
Nunca los hombres mintieron
tanto.
Vengo de la tristeza,
Vengo de la miseria,
pero aún canto.
Desde aquella “ciudad”
donde los edificios no rascan
cielos,
se quedan con sus vecinos,
a ras de suelo,
prestándoles sus portales
en los que pasar
largas horas de verano, al
fresco,
estrechándose las manos.
Pidiendo puerto de mar
en sus barrios de secano,
y muriendo con ellos, al frío,
cuando llega inesperado.
Soy de lluvia y de melancolía,
y camino siempre hacia el Sol,
soy del llanto de los niños
y de sonrisas de ancianos.
Conozco la ciudad,
como si esta fuera yo,
sus calles son mis venas,
y están llenas de amigos
a los que contar mis penas:
semáforos, farolas, un buzón…
lloro en cada rincón.
Es muy grande la ciudad,
pero mi corazón… ¡lo es tanto!
Vengo de la miseria, vengo de la
tristeza,
¡pero aún canto!
Ogando. De mis "Cuentos de Extrarradio".