Dicen que Dios,
¡omnipotente!, necesitó siete días para crear el mundo. Y, aunque en realidad
solo fueran seis, pues de todos es sabido que el séptimo descansó, eso solo demuestra
un par de cosas: Una, que hasta siendo omnipotente necesitas tiempo para hacer las
cosas bien hechas, y dos, que incluso siendo omnipotente resulta agotador realizar una tarea
compleja.
Pero, seamos sinceros, ser omnipotente significa que basta con que pienses en una cosa, y desees
que se realice, para que se realice, sin más. Con lo que, si esto viene a demostrar
algo, es precisamente que Dios no es omnipotente.
Y, a fuer de ser sinceros, deberemos llegar a la conclusión de que, en realidad, lo que
viene a demostrar es que, en efecto, los hombres fueron los que crearon a Dios a su imagen y
semejanza. Ya sabemos que los hombres necesitan tiempo para realizar
sus deseos, para enmendar sus errores, y para descansar tras haber cometido
tantos, y haber trabajado de más, por no haber pensado antes de poner manos a
la obra. ¡Humano, muy humano!
También es de todos
sabido, por otro lado, que el ser humano ha tenido siempre una necesidad perentoria de
conocimiento. Las preguntas existenciales machacan su cerebro desde el
momento en que este sirve para algo más que para unir los pulgares oponibles
al resto de los dedos. Así pues, un buen día, el ser humano decidió contestarse todas
sus preguntas de una sola vez.
¿Quiénes somos?
Criaturas creadas por Dios. ¿De donde venimos? De donde quiera Dios.
¿Hacia donde nos
dirigimos? Hacia donde quiera Dios. ¿Cuál es nuestro propósito? Servir a Dios...
Y así, hasta el infinito y más allá. ¡Genial! De un plumazo se eliminan todas
las preguntas, y la zozobra que estas producen, por el sencillo método de hacer
desaparecer a quien las planteaba: El Ser Humano.
Ese ser
humano, queda así convertido en una simple criatura creada para diversión y gloria de un teórico ser
supremo que le crea a él, y a todo su entorno, en unos cuantos días, maneja su
vida y su destino, y le ahorra pensar. Siglos de mentiras, de ausencia de
preguntas, y de falta de responsabilidad, han hecho que, la gran mayoría de
esos seres humanos, hoy se encuentren satisfechos siendo únicamente ese remedo
de humanidad.
Pero la buena
noticia, la mejor noticia del año, de todos los años, es precisamente esa: Todo
era mentira. Y nosotros no somos marionetas. Ese Dios no existe, y nosotros tenemos la gran suerte de no ser
tampoco Dios. No tenemos presiones provocadas por la omnipotencia. Tenemos toda
una vida para ser nosotros mismos, podemos equivocarnos, podemos arreglar las
cosas, podemos seguir buscándonos, hasta encontrar el ser que de verdad
somos, a ese ser al que engañaron, presionaron, fustigaron, hasta hacerle
desviarse de su autentico camino.
Tenemos fuerza, libre
albedrío, inteligencia, espíritu, alma… ¡Somos tan maravillosos! ¡Tenemos toda
una vida para conocernos!
Jogando, 2014.