Aunque tú ya no te das cuenta,
acaricia
el aire tu mano yerta,
aire
que huele a humo, a guerra.
El cielo frena y se da la vuelta
para
admirar tu belleza quieta.
No oyes ya ese ruido que atruena
mientras tu sangre riega la huerta,
ya
eres parte del aire, de la tierra.
Y no, no quiero hacerme a la idea
de que estés muerta.
Ogando, noviembre 2015.