No tengo otra cosa que poder regalar a todo el mundo. Así que, para quien quiera apreciarla, ahí está mi palabra.

martes, 21 de octubre de 2014

¡LA RIADA!




Cuando no sirven de nada
se mueren las palabras.
En las cuerdas vocales
aparecen ahorcadas.

Mas así, suicidadas,
forman un fantasmal río
que al no poderse expresar
se desborda, y arrasa.

¡Temed a esa riada!

A esa frustrada amalgama
de ira y de sentimientos,
espantoso río salvaje
que ya no teme a nada
y la piedad le es ajena,
solo la ira le acompaña
en la fantasmal crecida,
en la violenta venganza.

¡Temed a esa riada!

la violencia no conoce
amigos, ni enemigos
solo sabe de hambre,
y no se sacia.

No temáis a las palabras,
sino al silencio y la crecida,
temed a aquellos que callan,
y, calladamente, matan.
Mas no por miedo a ellos,
sino por temor a la riada.

Temed a la crecida,
a oídos que no escuchan,
y dejan morir las palabras,
pues serán los responsables
de toda la violencia desatada.

¡Temed a la riada!