¡Mi
poesía es magia barata! Como poeta me limito a contar olas, a encender las
estrellas en las ascuas de la Luna, y a alumbrar sensaciones. Mi poesía no salva
a ningún niño, ni acaba con el hambre, ni ayuda a refugiados, se limita a
sufrir con lo que ocurre, y a contarlo.
Soy
la magia barata la de las sirenas, esa que podía embrujar a Ulises, pero era
incapaz en cambio de desatar sus maromas ¡Simples tapones de cera libraban de
su canto a los marinos!
Para
magia brutal las malas artes, las de Circe, la hechicera, que convertía en
verracos a esos marineros, y dejaba hechizados a sus prisioneros. Igual que
hacen hoy quienes transforman en carne de matadero a los viajeros que huyen de
sus guerras, y sus penas.
Soy
la magia barata de la realidad, incapaz de curar la locura a Don Quijote, que
transforma
en
emperatriz a una labradora, y en gigantes a simples y estúpidos molinos. Igual
que hacen hoy la hipocresía social y política, y esas mierdas de eufemismos con
las que se disfraza la verdad.
Como
poeta soy irreal, pero existo, forzado, en ese plano mundial de mezquindad,
egoísmo, e injusticia en el que hemos convertido todo cuanto nos rodea, y en el
que ya no nos importa vivir, pues hemos inventado eso que llaman “posverdad”.
Soy
la magia barata del rey Midas que convierte en oro cuanto toca, y le mata de
hambre millonaria. Ni sirve su riqueza para arreglar las cosas, ni puede dar de
comer a los hambrientos.
Somos,
yo y mi poesía, solo un grito en el desierto, hambre para el hambriento,
fotografía olvidada de un niño en la playa muerto, mucho ruido y pocas nueces,
somos polvo, somos paja. Y, aunque nada nos da igual, tampoco hacemos nada,
salvo, de vez en cuando, llorar. Mi poesía y yo somos nada, somos cual magia
barata, igual que la humanidad.
JOgando,
enero 2017.