No tengo otra cosa que poder regalar a todo el mundo. Así que, para quien quiera apreciarla, ahí está mi palabra.

jueves, 9 de abril de 2015

Y, de pronto... ¡madurar!




(fotografía: fuente: "Juguetes somos nosotros")


Aún me veo, en solitario, en el patio del colegio
con mi cestilla de mimbre, y la comida dentro,
con un babi azul de colegial, limpio y modesto,
¿por qué será ese es el único color que recuerdo
de una infancia amada, pero en blanco y negro?
De un colegio de monjas represoras de sueños,
de niños jugando a pídola, componiendo versos,
el Sol jugando a las chapas, tú regateando besos,
rodeados de un barrio condenado a los excesos,
un entorno natural, rebelde con causa, obrero…
Venido de toda España, sentado de noche al fresco.

Aún me veo callejeando, y entre peleas envuelto,
día y noche, noche y día, buscando vida en la calle,
las calles de lo que, un día, fuera un hermoso valle.
calles que son en verdad las calles de un pueblo,
pueblo sin mar, ni río, en el que pescar los versos.
Novillos en los billares, bares, trenes, vías, huertos,
amores de un solo día, amores, por ahora, eternos,
amigos inolvidables, algunos de ellos ya muertos.

La infancia es el paraíso al que en ocasiones vuelvo,
pues nuestra infancia, a la postre, es solo eso… recuerdos.

Ogando, abril, 2015