No tengo otra cosa que poder regalar a todo el mundo. Así que, para quien quiera apreciarla, ahí está mi palabra.

martes, 27 de marzo de 2012

Cada vez más impedidos...

 
La Cuesta de San Vicente,
a la par que mi autobús
de madrugada, al relente,
la suben diez indigentes.
Diez pares de piernas: veinte.

Más, matemático milagro,
cuento treinta de repente.
¿Es que ya no se contar,
o que las piernas mienten?

Mientras subo la pendiente
bien apretados los dientes,
vuelvo y vuelvo, a contar,
mucho más atentamente
sus centauricas siluetas.
¡Acabáramos!.
¡Resultan ser diez muletas
las que rompen la ecuación!
y que usan, sin ton ni son,
para engañar a la gente.
¡Si les viera don Ramón!.

Valle Inclán del alma mía
sálvanos del esperpento.
Y ayúdanos, San Vicente,
esto ya no es lo que era.
Revélanos la manera de
que, para vivir, la gente
no haya de fingir cojera.

lunes, 12 de marzo de 2012

"Todavía es de día... II"

 
Contemplada con perspectiva
la vida no es buena o mala.
Podría ser una corrala
en la que al caer la tarde
la luz ya no llega al patio,
pero en el ático el Sol arde.

Y ya no es nieve sino canas
las que blanquean mis sienes
y mi corazón enfrían con
las sombras de la tarde.
Quizá es que sea verdad
que no perdonan los años,
que la noche y el invierno
raudos se van acercando.
o tal vez, en un momento,
dejé de creer en milagros.
Quizá inventé tal bosque
de arboles imaginarios que
soy ahora incapaz de ver
           un simple y oscuro patio.
 El caso es que la música
ya no me sale de dentro
y me muevo más despacio.
Que comienzo a tener frío.
Que tras cálidas mañanas
llegan vientos de nostalgia.
En la radio suenan tristes
baladas y tonadillas.
y se echa la tarde encima
amenazando la noche
con venir con pesadillas.
disparando crueles balas.

¡Que venga!. ¡Acudiré a mis alas!
y subiré a las corralas, 
ahora se que aún hay día 
entre los pisos de arriba.

Atocha - El Pozo - El tren

Era el sol la presencia más viva en la plaza. 

Y había allí miles de almas congregadas,

gritando en silencio, respetuosas, abrazadas. 

¡Al dolor y a la memoria condenadas!

Hay aún algo peor que las garras de la guerra: 

el cobarde asesinato de personas no avisadas.


Una muerte que a todos nos alcanza,

que deja un hueco en nuestro abrazo
un 
hueco que ya nunca más se abarca,
un 
hueco que jamás llenan las lagrimas.


Un dolor que llega de repente y te traspasa.
Ese dolor que deja un rictus imborrable 

en los rostros de los hijos, de los padres,

que hiere a la víctima y a cuantos la aman.

El dolor que vuelve loco y que no acaba,

un dolor por quien, por siempre ya, nos falta.


Era el sol la presencia más viva en la plaza.
Lo demás, por un instante casi eterno,

fue tan solo algo de ira, tristeza y nostalgia, 

llanto e impotencia, dolor, muerte derramada.



Ogando, "In Memoriam". 2012