No tengo otra cosa que poder regalar a todo el mundo. Así que, para quien quiera apreciarla, ahí está mi palabra.

martes, 27 de marzo de 2012

Cada vez más impedidos...

 
La Cuesta de San Vicente,
a la par que mi autobús
de madrugada, al relente,
la suben diez indigentes.
Diez pares de piernas: veinte.

Más, matemático milagro,
cuento treinta de repente.
¿Es que ya no se contar,
o que las piernas mienten?

Mientras subo la pendiente
bien apretados los dientes,
vuelvo y vuelvo, a contar,
mucho más atentamente
sus centauricas siluetas.
¡Acabáramos!.
¡Resultan ser diez muletas
las que rompen la ecuación!
y que usan, sin ton ni son,
para engañar a la gente.
¡Si les viera don Ramón!.

Valle Inclán del alma mía
sálvanos del esperpento.
Y ayúdanos, San Vicente,
esto ya no es lo que era.
Revélanos la manera de
que, para vivir, la gente
no haya de fingir cojera.

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