Lo se. “El último
refugio de los
necios, la
violencia”.
Jamás deberíamos
permitirla
influirnos, desatarla.
Como poeta debería
encontrar
la palabra
adecuada,
arrojar la luz
sobre la mentira
y desenmascararla,
emplear la más
sutil metáfora
para avergonzarla.
Pero ¿Con que
palabra hiero
a quien no siente nada?
¿Con cual devuelvo,
a tantos
sus perdidas casas?
¿Como devolver tanta
vida
perdida, suicidada?
¿Con que lagrimas
limpio la
sangre derramada?
¿Qué hacer contra
quien miente,
y mantiene su
corrupta mentira
con las armas?
Ya no soporto
verles celebrar su
injusto triunfo.
Me indigna ver
como se sonríen
y se abrazan.
Y no se, no puedo,
no me basta
con la palabra.
¿Cuándo dejar la
pluma y coger
la espada?
Las palabras no
duelen, no es extraño,
a aquellos cuyo
triste y sucio oficio es,
en su propio
beneficio, hacernos daño.
Ogando.
Ogando.
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