No se nos lleva los huesos,
ni la carne, ni el pellejo.
No se nos lleva la sangre,
ni los ojos, ni el cabello.
No viene a por los tesoros,
pues desprecia los palacios,
y tampoco quiere el oro.
Se marcha y lo deja todo:
Sigue en la cama el
amante,
continua, en la percha, el
loro...
Se va de nuestras
alcobas
dejándose en las
paredes
todas las obras de arte.
Igual que un gélido viento
consigue llegar a helarte.
¡Y no viene a desvalijarte,
no echa abajo las puertas,
ni quiebra los ventanales!.
Pero insisto, es inquietante,
se marcha y lo deja todo
como estaba exactamente.
Aunque, inexplicablemente,
cuantas más cosas posees
mayor disgusto te llevas
cuando viene a
visitarte,
como siempre, sin avisarte.
Sin embargo, ¿que te parece?,
puede venir a buscarte,
sin ni siquiera
inmutarte,
cuando lo has vivido
todo
y nada tienes, ni
debes.
Así que dejame preguntarte:
¿Que nos produce tal miedo?.
¿Que nos produce tal miedo?.
¿Dónde nacen tal recelo
y tan oscuros anhelos?.
Pues, robando de tal
suerte,
¡¿qué se nos lleva la
muerte?!
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