No tengo otra cosa que poder regalar a todo el mundo. Así que, para quien quiera apreciarla, ahí está mi palabra.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Soledad me regalaste...

  
Te fuiste de repente
y soledad, sin más,
me dejaste regalada
para compartirla
con nadie, con nada…

Soledad me dejaste
por toda compañía...,
el Sol, los caminos,
y la sombra mía…

Ausencia y silencio
en las veredas...,
en pos del consuelo
que nos queda,
bajo el azul del cielo,
¡tristes peregrinos,
buscando tus recuerdos,
el Sol, mi sombra, y yo!,
andamos los caminos.

Quiero pensar que sigues
en el aire, en los sonidos…
en el rozar de élitros,
batir de patas y alas,
en el cantar de cigarras
y en el rumor de grillos,
en algún, casi alegre
cascabel, de caballo
a la noria de un trillo
eternamente uncido,
y en las risas de
lejanos aldeanos,
que me trae volando
el viento ufano,
caliente y amarillo,
vestido de intenso trigo,
reventando de Sol,
de espigas y de grano.

Silencio y soledad,
y llanuras de secano,
mientras vuelan tus
recuerdos escapando
en el canto armonioso
de las aves,
hacia horas mas tranquilas
de la tarde,
en bandadas de momentos
presentidos
que traen mis lagrimas,
como siempre,
de llorón que nunca fue
y se ha rendido.

El Sol, el silencio, los sonidos,
el calor, los colores, los sentidos,
comunión con la que honro
tus recuerdos que se ensañan.
Una hechizada procesión,
una pálida “Santa Compaña”.
Mi sombra y yo por los caminos

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