No tengo otra cosa que poder regalar a todo el mundo. Así que, para quien quiera apreciarla, ahí está mi palabra.

miércoles, 25 de enero de 2017

¡Mi poesía es magia barata! Como poeta me limito a contar olas, a encender las estrellas en las ascuas de la Luna, y a alumbrar sensaciones. Mi poesía no salva a ningún niño, ni acaba con el hambre, ni ayuda a refugiados, se limita a sufrir con lo que ocurre, y a contarlo.

Soy la magia barata la de las sirenas, esa que podía embrujar a Ulises, pero era incapaz en cambio de desatar sus maromas ¡Simples tapones de cera libraban de su canto a los marinos!

Para magia brutal las malas artes, las de Circe, la hechicera, que convertía en verracos a esos marineros, y dejaba hechizados a sus prisioneros. Igual que hacen hoy quienes transforman en carne de matadero a los viajeros que huyen de sus guerras, y sus penas.

Soy la magia barata de la realidad, incapaz de curar la locura a Don Quijote, que transforma
en emperatriz a una labradora, y en gigantes a simples y estúpidos molinos. Igual que hacen hoy la hipocresía social y política, y esas mierdas de eufemismos con las que se disfraza la verdad.

Como poeta soy irreal, pero existo, forzado, en ese plano mundial de mezquindad, egoísmo, e injusticia en el que hemos convertido todo cuanto nos rodea, y en el que ya no nos importa vivir, pues hemos inventado eso que llaman “posverdad”.

Soy la magia barata del rey Midas que convierte en oro cuanto toca, y le mata de hambre millonaria. Ni sirve su riqueza para arreglar las cosas, ni puede dar de comer a los hambrientos.

Somos, yo y mi poesía, solo un grito en el desierto, hambre para el hambriento, fotografía olvidada de un niño en la playa muerto, mucho ruido y pocas nueces, somos polvo, somos paja. Y, aunque nada nos da igual, tampoco hacemos nada, salvo, de vez en cuando, llorar. Mi poesía y yo somos nada, somos cual magia barata, igual que la humanidad.


JOgando, enero 2017.

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