No tengo otra cosa que poder regalar a todo el mundo. Así que, para quien quiera apreciarla, ahí está mi palabra.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Como el agua sin cauce


Agua sin cauce que bajas salvaje de la montaña.
Manos callosas de campesinos te domarán
trazando acequias fugaces con sus azadas.

Senda umbría cuajada de moras, tras nuestra casa,
serpenteas paisajes de sueños y de esperanzas.
Sin falta, el asfalto, te enderezará mañana.

Más allá de las eras, suelto, el ganado pasta.
Pronto cerrarán los prados y le obligarán
a comer, encerrado entre vallas, pienso y alfalfa.

Corren los niños, jugando, por la orilla del rio
y en el calor de la tarde, de repente, se bañan.
Ya llegará alguien que impida que lo hagan.

Suena en el monte el eco de nuestras carcajadas,
y alguien, con envidia, se empeñará en pararlas,
poniendo alguna excusa baladí y macabra.

Las cosas del pueblo, ya sabes: ¡Derechas!
¡Han de crecer rectas! ¡Como Dios manda!
Imperan las reglas, y las normas marcan.

Debo volar, marcharme a tierras más altas.
No me gusta la azada, no me gustan las vallas,
ni me gusta el asfalto, ni la envidia malsana,
no me gusta la excusa, ni me gusta la alfalfa
no respeto las reglas que a los corazones atan.

Como el agua sin cauce, quiero al alma que escapa,
quiero torcido el camino de moras, aún con zarzas,
como el animal salvaje, en libertad, mi alma pasta.

…Como el viento, ser libre... Jamás en una jaula.


Ogando, febrero, 2014.

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