Hace algún tiempo que la palabra no me habla,
que no viene a visitarme, ni me abraza.
Tal vez me haya abandonado, o esté enfadada,
quizá, por tanto tergiversarla, esté harta.
Harta de tanta falsedad, de tanta mentira harta.
¡Con cuánta facilidad se lleva el viento la
palabra!
¡Cuántos, en estos días, se empeñan en faltarla!
Es difícil ser poeta en los tiempos de ira y rabia,
imposible invocar la alquimia en versos huecos,
o describir las magias del alma y de los huesos,
las gargantas solo rugen llamada a la venganza,
y las bocas solo puede lanzar gritos de batalla.
Llega la hora oscura y el Sol se va de la plaza,
todos los ricos exigen, y solo los pobres pagan,
van a quitarnos el aire y ponerle precio al
agua,
y los que juran justicia, al gobernarnos
engañan.
Las voces chillan, quien ha de escucharlas
calla,
y yo visito mis silencios. Monumentos a la nada.
“La poesía es un
arma cargada de futuro…”
pero es ahora, sin duda, cuando hemos de usarla.
Echo de menos mi espada, mi pluma, mi palabra.
Es nuestra única arma y ya no puedo sembrarla,
la siento esquiva, lejana…¡tal vez secuestrada!
Embusteros, mentirosos, sembradores de
injusticia,
y envidiosos que siempre han querido quitárnosla,
están locos por lograr que quedemos indefensos,
perdidos, confusos, desnudos ante sus balas.
Una vez más, entre todos, no debemos consentirlo,
es momento de recoger su cosecha y emplearla.
Por eso yo, y otros como yo, cultivamos la
palabra.
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