de metal también el corazón de las estrellas,
de
metal el cielo que no acoge y nos engaña,
y
de ardiente metal, el infierno, nos aguarda.
De metal, cruzamos, los océanos y montañas,
y de papel, hecho con sueños, nuestras balsas.
Ni
creemos en Dios, ni los niños en las hadas,
pues
nadie, nada, reacciona a nuestra marcha.
De
cortante metal es el filo de las alambradas,
y
nos esperan delante, detrás empujan armas,
esas
armas de metal que vendéis y nos matan.
De
metal es el hambre que nos acosa y ataca.
De
metal son todas las concertinas, y aduanas,
que,
con falsos nombres musicales, desgarran.
De
cortante metal son las mentiras descaradas,
y
los hilos, de quienes nos manejan y nos atan.
De
frío metal son nuestras vidas descarriadas,
de
metal el norte y el sur de nuestra marcha.
De
metal debe ser el hedor de nuestras almas,
y
de nuestro corazón a juzgar por las miradas,
De
metal debe ser ya el alma de los hombres,
oxidadas
además por el mar de tanta lagrima.
Ogando, 2015
Ogando, 2015
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